jueves, 23 de octubre de 2014

Los huesos olvidados, de Antonio Rivero Taravillo



“Los huesos olvidados”, Antonio Rivero Taravillo, Renacimiento (Espuela de plata), Sevilla, 2014, 196 pp.

Antonio Rivero Taravillo se estrena en el género de la novela con “Los huesos olvidados”, una historia que arranca de un deseo: la protagonista, Encarna, quiere averiguar la verdad sobre la muerte de su padre, un militante del POUM desaparecido durante la guerra.  Juan Bosch (basado en un personaje real) fue amigo de Octavio Paz y, por eso, parte hacia México para entrevistarlo.
El periplo mexicano de Encarna consta de tres salidas que nos recuerdan las tres salidas de Don Quijote.  Ella persigue una ausencia que quiere ser convocada a través de la investigación.  Es una odisea íntima pero también física que nos lleva por calles, paisajes y literaturas que el autor domina con innegable solvencia. Las teselas rescatadas van formando el mosaico imperfecto del pasado.  Bosch es la huella de los que anduvieron como peones anónimos entre la Historia; e historia y literatura se tocan como los personajes reales y ficticios que se mezclan en la novela.
El viaje de Encarna se torna también en exploración colectiva: ella va tomando notas casi desesperadas para su propio relato, nosotros la vemos buscar en un mundo que ya se nos está escapando y que es también como un padre que murió.  La historia de Juan Bosch, esquiva y sangrante, no se quiere oficial, sino auténtica. Lo contrario sería como recitar un poema cuando su sentido se ha derrumbado. Algo así ocurre simbólicamente en la novela cuando Octavio Paz está a punto de leer su homenaje al miliciano muerto en el frente de Aragón y lo descubre sentado entre su público.
El relato se apega a la realidad: comunistas, trotskistas, anarquistas, fascistas; siglas (POUM, PSUC, JCI, CEDA); nombres propios que dotaron de contenido preciso aquel momento… Pero mucho más que en la lucha entre las dos Españas, la clave de la historia está en las luchas internas y en la persecución que el POUM sufrió por parte de los comunistas. Fueron guerras dentro de la guerra, como si la sinrazón fuese una enorme muñeca rusa que guarda otras más pequeñas en su interior.  
El tiempo real de la novela es el fin de siglo, simbolizando quizá con esa frontera milenaria el límite en el que aún era posible averiguar de manera directa qué pasó. Pero todos los testigos mueren: Octavio Paz, Elena Garró, todos los que estuvieron con el hombre sobre el que Encarna (cuyo nombre también se nos antoja simbólico) investiga.  Al final, el verso de Paz que sirve de cita al libro: “Has muerto entre los tuyos, por los tuyos” no tiene un sentido circunstancial, sino agente, y serviría como epitafio terrible y certero para cualquier muerto de una guerra civil.  Todo sigue ahí, esperando ser comprendido, aunque la esperanza no llegue a convencimiento pues la memoria es, como decía el poeta en una de sus últimas entrevistas, “la gran fabricante de fantasmas”.


Reseña publicada en el suplemento cultural del periódico HERALDO DE ARAGÓN (ARTES&LETRAS nº 476 - 23/10/2014)

lunes, 20 de octubre de 2014

Lo que dejan los días, de Pablo Núñez


Pablo Núñez (Langreo, 1980) es licenciado en Periodismo y doctor en Filología Hispánica, ejerce como profesor de literatura en el UNED y forma parte de la Oficina de Comunicación de la Universidad de Oviedo.  Dirige con Cristián David López la revista ANÁFORA y, junto al segundo número de dicha revista, me envía su último libro, Lo que dejan los días -reciente premio Dionisia García- publicado por el Aula de Poesía de la Universidad de Murcia. Comparto aquí uno de sus poemas, este "Desorden" que yo ya he hecho mío: